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  • Nuevo libro: «Las distancias»

    El próximo 10 de marzo a las 19 h presentaré mi nuevo libro, Las distancias, en la Biblioteca de Andalucía. Me acompañará durante el acto Rafael Vázquez, profesor del Departamento de Ciencia Política de la UGR y buen amigo.

    Las distancias podría ser leído como un cuaderno de viaje (o mejor, de vagabundeo), pero más largo, diverso o más metafórico de lo habitual, porque en él hay no solo viajes en el espacio, sino también en el tiempo, en los libros, en la música o a través de las personas que he ido encontrando en distintos países, en algunos de ellos como médico cooperante como Angola, India, Santo Domingo, Costa Rica, Argentina, Chile o Bosnia. Para decirlo de otro modo, son notas, a veces capítulos, que van desde el tono poético al reflexivo, y que no dan tanto cuenta de la geografía como de los paisajes humanos, literarios, biográficos, musicales e imaginarios que he ido contemplando durante una parte larga de mi vida.

    Daniel Bourdon dice en la contraportada que «su lectura nos hace pensar en esos pintores que nunca salen de paseo sin meter en el bolsillo un cuaderno de bocetos para captar una escena, un trozo de paisaje, una silueta efímera o un rostro frágil», y Marlène Zarader que es «una invitación al paseo despreocupado y al vagabundeo. (El autor) nos introduce en un amplio abanico de paisajes: naturales, humanos, literarios, sin olvidar los de la memoria y la imaginación. Un libro hermoso, meditativo y ensoñador».

  • Terapia a dos voces

    EL PACIENTE NARCISISTA, en un acto de modestia, le dijo al terapeuta: “Le aseguro que no me creo tan bueno como los mejores, aunque tampoco tan mediocre como la mayoría”, y el terapeuta pensó: “Mientes. Te crees mejor que yo. Pero te equivocas”

  • Llega la noche

    Llega la noche
    cantan los gallos
    todo está en calma.

    Todo está en calma
    nada se mueve
    solo hay silencio.

    Solo hay silencio
    callan las voces
    sale una estrella.

    Sale una estrella
    brilla la luna
    duerme el viajero.

    Duerme el viajero
    sueña caminos
    alguien lo espera.

    Alguien lo espera
    que en la memoria
    guarda su nombre.




    Guarda su nombre
    sale a su encuentro
    no se conocen.

    No se conocen
    hace ya tanto
    ahora son otros.

    Ahora son otros
    unen las manos
    cierran los ojos.

    Cierran los ojos
    no hacen preguntas
    se va la noche.

  • EL CAPATAZ

    Tras años de retiro voluntario
    decidí regresar a mi trabajo,
    pero nadie pareció reconocerme.

    Tomé los remos y remé con fuerza,
    pero no gustó a nadie.

    Remé y remé con mucho ahínco.
    Quería ser el mejor y, sin embargo,
    nadie apludió mi gesta.

    Entonces grité: "¡Oigan! ¡Soy yo,
    soy el que estuvo aquí hace no tanto!"

    Pero todos miraban a otra parte.
    Como si no existieran mis palabras.
    Como si yo no fuera aquel que en otra vida
    los había condenado a las galeras.

  • FAUSTO

    Primero quisimos saber de dónde veníamos,
    por qué tanto desvalimiento y desamparo,
    quiénes éramos, qué hacíamos aquí,
    qué pasaría con nosotros tras el juicio final.

    Luego escrutamos las pequeñas manitas de nuestras neuronas
    y el modo delicado en que se tocan unas a otras
    cuando empezábamos los días.

    Después indagamos:

    sobre el lenguaje –que ignorábamos- de los árboles,
    sobre el insondable –antaño- fondo del océano,
    sobre la luz solar, su química y su física,
    sobre los cráteres de la luna y su medida exacta,
    sobre el pensamiento de los gorriones,
    sobre nuestras más íntimas moléculas,
    sobre la resonancia magnética del llanto.

    Más tarde nos interesó conocer la relación:

    entre el canto de los delfines y la composición de los corales,
    entre el origen de la alegría y el sistema galáctico,
    entre nuestras pobres ideas y la estructura atómica de las palabras,
    entre la dieta y la melancolía de Chopin,
    entre la poesía y la teoría del apego.

    ...Y así hurgamos, buscamos, investigamos, infatigables como Faustos,
    de modo que ahora sabemos:

    Que más verduras en la dieta de Chopin
    se hubiera traducido en unas cuantas más sinfonías
    y en algunos Nocturnos menos tristes,
    que en la luna no cabrá nunca el fruto de toda nuestra destrucción,
    que los poetas con apego seguro escribirán graciosas canciones infantiles
    y que al resto es mejor ignorarlos,
    que el océano es una sopa de botellas
    y que ni los delfines ni los corales son en él bienvenidos,
    que el silencio es mejor que la mayoría de nuestras palabras
    (aquí estuvimos acertados),
    y que los árboles están tramando una revolución
    de consecuencias imprevisibles para nosotros.

    Y como conclusión:

    Que todas nuestras investigaciones no sirven estrictamente para nada.
    Que somos incapaces de ordenar este caos.
    Que cada vez estamos más confusos.
    Que día a día sabemos menos sobre nosotros y sobre la Vida.
    Que ninguno de nuestros algoritmos podrá jamás colmar nuestra orfandad.
    Y que ya estamos preparados para arder, con las alas desechas,
    en el rincón más candente del infierno.